CUANDO LAS REDES SOCIALES DEJARON PEQUEÑO A ORWELL.

septiembre 7, 2017 Ángeles López

CUANDO LAS REDES SOCIALES DEJARON PEQUEÑO A ORWELL.

Rendición,  Ray Loriga. Premio Alfaguara de novela. 216 pág; 18,90 euros

Si no figurara su nombre en la cubierta de Rendición, creo que muy pocos se atreverían a decir que se trata de una novela de Ray Loriga. Ni rastro de él mismo. Cierto es que no todo el mundo puede presumir de haber tenido un pasado ligado a la «generación Kronen», haber paseado su tabardo underground por los noventa, que Umbral se ocupara de ti en su Diccionario de la Literatura… y haber sobrevivido, macerado y mejorado el bouquet en estos 25 años. De aquel veinteañero que reclamaba influencias de Burroughs o Kerouac y se le comparaba con Bret Easton Ellis sólo queda un autor hecho y derecho, anti-moderno a fuerza de haber sido de lo más «in», y retrechero, que ha construido una novela orwelliana a caballo entre la picaresca y la ciencia ficción, con infinidad de guiños al autor de El llano en llamas. Si no quería seguir cantando la misma canción, lo ha conseguido. En esta páginas gasta una voz personalísima, muy próxima a Rulfo, que avanza como una novela de Ballard y en la que se nos habla de la autoridad, la manipulación colectiva y la autodelación voluntaria.

 

Como suele ser habitual en Loriga, el protagonista es un narrador sin nombre -¿de dónde vendrá esa manía de no bautizar a sus personajes?- cuyos hijos luchan en una guerra que ya dura diez años y vive junto a su mujer en una región bajo el constante temor a las acusaciones. La pareja ha adoptado a un niño refugiado, que no habla pero es muy dulce, acaso para aplacar la añoranza de sus vástagos soldados. La contienda obliga al desalojo de la comarca y entre los desplazados van ellos tres. El viaje es un calvario que les conduce a la ciudad transparente, un nuevo mundo en el que las paredes son de cristal, donde impera un orden riguroso, una calma autoritaria… y no están permitidos los secretos, todo es de dominio público. En ese lugar donde los habitantes viven felizmente anestesiados, la mujer se adapta bien; el padre, regular. Siempre está contento porque el «soma» que les dan es buenísimo, pero en el fondo sabe que esa sobreexposición no es normal… ¿Recuerda a La Zona de Tarkowski?

 

Se torea como se es, y Loriga escribe al dictado de su genio y figura: con un estilo sin caireles, asistido de  frases sintácticamente gozosas, sin olvidar ser  poético -e incluso romántico- cuando es menester. Resulta fascinante comprobar cómo no le ha usurpado la voz al narrador, ni le ha impuesto la suya…. porque podrá no tener nombre, pero el autor, que es todo un caballero, sí le ha concedido verbo propio.

 

Rendición ¿es una ucronía, una distopía, una fábula de «retrofuturo» sobre un presente que podría ser éste y que alerta de cómo podría ser el que está por venir? Es todo eso y mucho más. El guionista de Carne trémula, el colaborador de la extinta revista El canto de la tripulación, el otrora autor de Tokio ya no nos quiere, ha escrito un novelón en la tradición del escarabajo kafkiano, el sótano bernhardiano e incluso de el capote gogoliano… Apoyo a los que le sitúan a la vera de Houellebecq o Murakami (y algunos más) en la faena de redefinir la ficción de la presente centuria, al tiempo que agradezco que exista una literatura como la suya: la de alguien que se sienta a escribir después de haberse bebido la vida en copa de balón.

ÁNGELES LÓPEZ