(Amparo de la Gama) Nuria Amat ha galvanizado a toda una generación con su verbo fluido. Desde la intelectualidad internacional, pasando por los artistas más peculiares hasta llegar a Miguel Bosé, al que hechizó una noche de afterhours en la Meridiana. Desde entonces, son uña y carne.
No en vano, esta escritora se crio aupada a los lomos de la enciclopedia que creó su bisabuelo, Josep Espasa, y con ese sempiterno latiguillo en los labios de “leemos para saber que existimos porque los libros no olvidan” que ha hecho escuela.
Ahora la escritora acaba de publicar su última obra, ‘Memorias de una mujer libre’, y muchos son los que se asoman a sus páginas para ver qué hay detrás de esa ‘Juana de Arco’ que, desde su particular barricada, ha defendido la unidad de España dentro del proceso independentista que tomó cuerpo en Cataluña. Aunque en el libro haya frases como “le gustaba bailar tanto como hacer el amor”, lo cierto es que su marcada trayectoria es la que la ha definido. Perteneció a la primera Asamblea de Cataluña y a los 20 años luchó contra Franco. Fue de las primeras en dar clases en catalán en la Escuela de Bibliotecaria.
Amat posee renombre internacional y ha sido galardonada con numerosos premios en Cataluña, en el resto de España y en el extranjero, por novelas tan importantes como ‘Amor y guerra’ o ‘La reina de América’.
Desde algunos frentes la han calificado como visionaria porque en su anterior libro, ‘El sanatorio’, se adelantaba a todo lo que iba ocurrir en estos tiempos: “Ese libro fue premonitorio. La novela salió antes de que nadie se atreviera a hablar de Cataluña como un país secuestrado. Hablo de un virus causado por la manipulación de la propaganda basada en la falsedad. Todos somos víctimas de la propaganda y ese es el gran mal del siglo XXI”.
En la entrevista que mantiene con Vanitatis nos cuenta que el día que decidió ponerse a elaborar sus memorias tenía en la cabeza la idea de publicar una autobiografía sincera y sin trampas: “Hay que tener arrestos para atreverse a desentrañar tu propia vida y la de otros, y hacerlo siendo fiel al voto de sinceridad que exigen estos ejercicios casi suicidas. Lo reconozco: sentía miedo. Me encerré en casa un fin de semana, tres días seguidos con sus noches, y me dispuse a escribir mi vida. Este libro trata de un amor por la vida. Y la vida está mucho más en el pasado que en el presente. Es la novela de unas memorias que no dejan de ser un desafío a la muerte. En definitiva, es un homenaje a los que se han ido”.
Su rifirrafe con Mercedes Milá
En esta biografía, Nuria cuenta todo tipo de anécdotas, como la que le ocurrió con Mercedes Milá, con la que tuvo sus más y sus menos: “Dijo en una entrevista que leyó mi libro y que le había decepcionado. Nunca lo leyó y debería haber sido honesta y manifestarlo en el mismo medio donde dio la entrevista, que se había equivocado. Pero no lo hizo”.
En el relato del libro lo cuenta así: “’El sanatorio’ estaba, pues, en galeradas, elegida la foto de portada y preparados los textos de cubierta para el libro final. Su llegada a librerías se había retrasado y estaba prevista para mediados de noviembre. El sábado 12 de ese mes, a media página, en ‘El País’ apareció una foto de la periodista Mercedes Milá, expresentadora hasta entonces del programa ‘Gran Hermano’, para, por lo visto, hablar de libros. Decía ella misma que cuando en su programa hablaba de un libro, se agotaba en poco tiempo. Al parecer, este poderío de los medios le daba crédito para opinar sobre literatura. Mercedes, ya apartada del programa en cuestión, se refería en la entrevista a sus lecturas del momento. Por ejemplo, dijo que estaba leyendo ‘Patria’, de Fernando Aramburu. Lo recomendó. Acto seguido, sin que viniera a cuento, se pronunciaba a propósito de su ‘última decepción’. Y ahí, la amiga de años de ‘mi enamorado’ Tristán, aprovechando que él y yo no estábamos juntos, soltó las siguientes perlas: ‘Lo siento porque es amiga mía [sic], pero empecé anoche el último libro de Nuria Amat, ‘El santuario’ [sic también: ni siquiera recordaba el título], y me pareció demasiado previsible. Habrá gente que le fascinará, a mí no me llegó’. Antes de su canallada en contra mía, salió en televisión llorando a lágrima viva en un escenario de un ‘Gran Hermano’ que ya no dirigía. Sentí lástima y le escribí un mensaje de ánimo: ‘Te mando este pensamiento robado después de verte en la tele: yo solo me entrego al fuego y desaparezco. Un beso’. Su respuesta fue: ‘Qué belleza, Nuria [y tres signos de exclamación]. Después de tres años, supe por el propio Tristán que en casa de Mercedes Milá, estando con un grupo de amigas suyas, la cantante y actriz Ana Belén entre ellas, él la oyó decir: ‘En una entrevista que me hicieron en ‘El País’ me comporté pésimo. Hablé mal de la novela de Nuria Amat cuando en realidad no la había leído’”.
«Ricardo Bofill es mi familia»
Para Nuria Amat, la vida tiene buenos y malos momentos. Por eso, ‘Memorias de una mujer libre’ es una autobiografía repleta de literatura y de amor no exenta de dolor y de sufrimiento: amores, separaciones, maternidad, éxitos literarios y, sobre todo, grandes amistades. Entre ellas la de su entrañable Ricardo Bofill: “Si hablo de él, todavía lloro. Era un genio, su gran obra extendida por todo el mundo era directamente proporcional a su generosidad como amigo. En plena pandemia, todos los domingos a las 12 tenía su llamada para decirme: ‘¿Nuria, cómo estás?'». En las últimas páginas del libro, la escritora escribe: “El único amigo que de verdad se ha mostrado preocupado por mi vida personal. Ricardo Bofill me decía: ‘Me voy a ocupar de buscarte un novio que te quiera y te haga feliz, un tipo a tu altura, te lo mereces…’. Y con su adiós, esas hermosas palabras de consuelo que acaba de enviarme su hijo Pablo: ‘Papá te quería, Nuria, como a muy pocas personas, eres mi familia'».
Y es que desde la primera página del libro se aprecia que Amat no es de las que esquivan los malos momentos. ‘Memorias de una mujer libre’ arranca con una infancia marcada por la ausencia. «Tuve la desgracia de perder a mi madre a los tres años. La orfandad es un trauma… Recibí golpes de mi hermano mayor. Fui víctima de la violencia. Lloré mucho», cuanta. Y nos habla de amores suyos que murieron por el sida, otros por ELA, y de cómo el dolor de la perdida nos transporta también a los buenos momentos porque «tuve la suerte de tener un padre inteligente, cultivado, sensible, que para mí era fundamental, y dos madres, Mima, que había criado a mi padre, y la tía Munda». Pero, sin duda, su mayor catarsis es la de los libros. Y fue su abuelo, José Espasa, quien se lo metió en vena y desde que era una chiquilla supo que quería escribir. “Yo elegí en la vida que una mujer se convirtiera lentamente en escritora y nunca dejara de serlo, aunque no escriba”, sentencia en las últimas páginas de su libro.
Bailes con Miguel Bosé
Los libros no solo sumergieron a Amat en un mundo literario, sino que también la llevaron a codearse con los grandes artistas del mundo musical como Miguel Bosé: “Estuve con Miguel en Barcelona. Somos muy amigos y conmigo siempre es bueno y cariñoso. Nos gusta mucho conversar”. En sus memorias cuenta cómo “me llama Miguel Bosé desde Madrid, con su voz vehemente y contagiosa, que utiliza cuando le urge algo, y me propone comer juntos al día siguiente en Barcelona. Cuento con un almuerzo habitual a dos… Me lanza dos galanterías cariñosas y me presenta a su amigo, el doctor Buenaventura Clotet, director de la Fundación de la Lucha contra el SIDA… En ese almuerzo, Miguel me entra sin rodeos. ‘Nuria, para este año tenemos pensado llevar a cabo otro proyecto, grande, enorme, de ayuda a la causa’”. Y allí estaba Nuria para ayudarle y comprometerse.
“Me gusta la gente distinta, diferente. Miguel es así y yo, aunque no soy tan distinta de otras mujeres de mi generación, hice cosas que no hacían mis amigas, me fui a París a estudiar, me casé con Óscar Collazos, tuve los hijos que quise tener y me anticipé a mi tiempo… Y aunque mi infancia tuvo sus secuelas, sufrí mucho y tuve depresión, no soy una mujer deprimida, porque supe que o me moría o me salvaba, y me salvé», añade.
Mario, Nuria, Patricia y Preysler
La gran amistad con Vargas Llosa y su mujer Patricia se deja caer en todo su relato. En las memorias se cuenta la anécdota de uno de los días que fue a cenar a casa de Patricia y Mario: “La casa estaba en un bonito edificio, frente al mar. Tuve tiempo de visitar fugazmente la biblioteca de Mario, acompañada de Patricia. Una mujer admirable en todos los sentidos. No solo por ser colaboradora de Mario. Tenía el don de la amistad y, como amiga, la seguiré queriendo”. Y esa amistad no se rompió nunca: “En la primavera de 2006, dos o tres años después de que Mario y Patricia Vargas Llosa me invitasen a cenar en su casa de Barranco, me invitó Mario Vargas Llosa a unas jornadas con él en Estocolmo”. En el libro también narra cuando lo acompañó en la cena donde le dieron el premio Nobel: “Había pocos invitados, un espacio no muy grande, con unas seis o siete mesas no demasiado largas, perfectas para la conversación, ordenadas con elegancia discreta y cálida. La atmósfera era íntima. Estaba la familia entera de Mario. Estuve con ellos, en la mesa de Mario y Patricia”. También habla de la cena de aniversario de Mario donde conoció a Isabel: “Intercambié algunas palabras con ella. Mario e Isabel no se separaron ni un momento. Y él estuvo especialmente cariñoso con todos nosotros. Abrazos por doquier. Se le veía muy feliz. Fue cuando, en su discurso, Mario decidió declarar su pasión amorosa públicamente, y el Nobel enamorado dijo: ‘Mi felicidad tiene un nombre: Isabel Preysler’”.
La prestigiosa autora catalana reconoce que desde que el peruano está con Isabel Preysler, el círculo de amigos de toda la vida de Vargas se relaciona menos con él: “Pero le vemos feliz, así que no pasa nada. Eso ocurre cuando uno se enamora”, dice.
Amiga de sus amigos, no se cansa de hablar de escritoras como Rosa Montero, Ángeles Mastretta o Cristina Peri Rossi. Y en el tintero no se le quedan las esposas de sus amigos escritores: ”Fui y sigo siendo amiga querida de las esposas y compañeras de escritores latinoamericanos como García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso, Carlos Fuentes… Por este orden, Mercedes Barcha, o Patricia Llosa”.
García Márquez y su esposa la Gaba
La vida de Nuria ha estado marcada por sus tres grandes amores: el escritor colombiano Óscar Collazos, el arquitecto Jordi Garcés, padres de sus dos hijas Laia y Bruna, respectivamente, y el misterioso Tristán, un conocido personaje de la vida marbellí que no queda muy bien parado en el libro.
Con su primer marido, el escritor colombiano Óscar Collazos, vivió un tiempo en Berlín. Allí la pareja entabló amistad con Samuel Beckett que «es mi héroe, mi amor». Fue el primero de los muchos escritores que formaron parte del núcleo de amigos de la escritora. Después llegaron Juan Goytisolo, que fue «un gran amigo, entregado y con un enorme sentido del humor», y Gabriel García Márquez que, junto a su mujer, Mercedes, la Gaba, se convirtió para Amat en «un regalo caído del cielo”.
De Gabriel García Márquez relata el día que se conocieron: ”Decir que tenía el don de la palabra suena a muy sabido. Gabo era la palabra en movimiento. Gabo podía ser silencioso. Y al rato, el más divertido. Las preguntas que me dirigía Mercedes eran más prácticas. Y maternales. Al despedirnos, intercambiamos los números de teléfono. ‘No te lo pierdas, verás que todas mis novelas están repletas de boleros’, reía Gabo. A la semana siguiente les invité a una cena en casa. Así es como funciona en América Latina. Así es como funciono yo. Y así debería ser en todos lados. Si los amigos se quieren, tienen que verse casi todo el rato. Y como se quieren, cuesta separarse”.
Nuria no ha pensado nunca en meterse en política: «Ya hago política. Estoy muy cerca de la política. Hago política por detrás. Y soy mucho más efectiva por detrás. Un partido te obliga y siendo independiente eres más libre”. Y en su libro no omite su inmersión con Manuel Vals.