(Amparo de la Gama) Una trombosis pulmonar, le ganó la batalla a la mujer que se puso el mundo por montera y vivió como quiso, sin abandonar nunca el ‘mantra fetiche’ que le inculcó su madre: “Lo único que importa es la elegancia”. Esa era Ira de Fustemberg, que se fue, pero no sin antes hacer realidad el sueño de su hijo Hubertus, que consiguió hace unos meses, que la princesa, se pusiera delante de una cámara para rodar una escena con él. Fue en el famoso video de “Lomana”, el aristócrata hacía de mendigo y su madre de “pija” que le daba una limosna. Así nos lo contaba emocionado a La Razón, el hijo de la noble, aduciendo que la salud de su madre era impecable: “Ella esta genial. Este es el fenómeno de los tiempos. Que la mujer más elegante de Europa, salga en mi video promocional dándome cinco euros como mendigo, tiene su mérito. Jajá. Me costó convencerla. Pero al final conseguí que hiciera algo tan simpático que hasta se ha divertido ella también. Su vida es ahora muy agitada, se pasa del día de viaje entre Roma, Londres y Madrid, y los veranos en la Finca de Ronda”. Y como si de una premonición se tratara, los cinco euros que Ira le dio a su hijo, ahora se han multiplicado en millones, tras la herencia que Hubertus recibirá como hijo único. El legado que pasa por propiedades, en Madrid, Roma, y Ronda tiene poso histórico por donde se le mire. Pero hay uno que el favorito del príncipe heredero, donde su madre pasaba largas temporadas: El Cortijo de ‘Las Monjas’ de Ronda, el lugar que eligió Ira para asentar su longevidad, sin dejar ese “de acá para allá” que la definía por la vitalidad que desprendía. “Mientras tenga fuerza y siga sintiendo curiosidad por las cosas, no dejaré de moverme”, nos explicaba a Encuentros, en uno de esos saltos a Marbella para irse después a Roma, lugar en el que falleció el pasado lunes de una trombosis pulmonar y donde estuvo arropada por la aristocracia que a lo largo de sus idas y venidas por el mundo se habían hecho incondicionales.
Las Monjas su ‘Arcadia sureña’
Si había un lugar en el mundo que uniese a la familia Hohenlohe, ese era la Finca de Ronda. Fue el último legado del príncipe Alfonso de Hohenlohe, a la que Ira denominaba su ‘Arcadia sureña’. Desde el principio hubo problemas en el reparto de la polémica herencia, pero en aquel espacio campestre, la vida folletinesca de Ira se fue edulcorando entre los viñedos. Esos, que cada septiembre, preñados de uvas, daban un vino tinto, que el príncipe Alfonso se empeñó que emanara de esas tierras, para exportarlos a Alemania. Ira amo con auténtica devoción a Alfonso, con él se casó a los 15 años, con él tuvo sus dos hijos, Hubertus y Kiko, y con él, en definitiva, “hizo de su locura el sueño de toda una vida”.SU único pecado ser excesivamente joven cuando emprendió esta aventura. Una de las tragedias de la que Ira nunca se recuperó, fue la muerte de Kiko, su hijo mayor. El primogénito del Príncipe Alfonso fallecía en el 2006 en unas circunstancias nunca esclarecidas en Tailandia. Fue Hubertus quien viajó a Bangkok para repatriar el cadáver y enterrarlo en el panteón familiar de Marbella, donde reposan los restos también de Alfonso de Hohenlohe, que fallecido en 2004 tras sufrir una dura enfermedad de cáncer.
Madrid-Roma-Ronda
La hija del príncipe Tassio von Furstenberg y de Clara Agnelli, Ira de Fürstenbergnació, rica, bella y con título nobiliario, fue la fundadora de la célebre ‘jet-set’ marbellí. Era el paradigma del glamour, la clase y el lujo. Cuando murió su madre Clara Agnelli en julio de 2016 a los 96 años, las acciones y propiedades inmobiliarias de la aristócrata se valoraron en 100 millones de euros. Al no haber dejado testamento, los hermanos recibieron la legítima: Un tercio para Ira, otro para Sebastien y el último tercio para los hijos de un hermano fallecido, Egon: Tatiana y Alexander. Esta herencia recibida, fue un acicate para revalorizar su “arcadia sureña”, donde a Ira de Fürstenberg le gustaba recibir cada verano a amigos de la aristocracia europea en Ronda. Ella fue la encargada de presentar al fallecido Mark Shand Mark Shand, hermano de Camilla Parker Bowles, y a Tatiana Fürstenberg en el cortijo ‘Las Monjas’. Siempre era la mejor anfitriona en cualquier sitio que se preciase. Ira paso sus últimos años, haciendo escala en el triángulo de sus propiedades Madrid-Roma-Ronda. En la capital de España, había adquirido en la zona de los Austrias un palacio de 3 millones de euros, que le compró al decorador Duarte Pinto Coelho. Desde entonces vivió ese acá para allá, entre Madrid y su casa palaciega de Roma, que le regalo uno de sus novios y que a ella le gustaba tanto, que hasta se dejó morir en ella. Precisamente Hubertus estaba en Madrid con su esposa Simona Gandolfi, cuando le llamaron de Roma anunciándole el fallecimiento de su madre.
La bella Ráchele Gandolfi
Simona y Hubertus se casaron después de una relación de 25 años. Tras enamorarse en 1994, la pareja tuvo una gran crisis que les llevó a separarse durante tres años. Durante ese tiempo, Simona se casó con otra pareja y tuvo dos hijos Ráchele y Rodolfo. Pero sus vidas volvieron a cruzarse y en 2019 se casaron en un castillo en Vaduz, capital de Lichtenstein. En concreto, el enlace tuvo lugar en el castillo del príncipe Juan Adán II, y precisamente el mismo lugar en el que el padre del novio, Alfonso de Hohenlohe, se casó con Marilis, su tercera mujer, en 1991. Ira no tuvo nietos. Pero en los cenáculos marbellíes muchos califican a Ráchele Gandolfi, como el vivo retrato del renacer de la Marbella de la jet del príncipe Alfonso de Hohenloe. Su nombre ya aparece en los listados de las grandes fiestas de la nobleza. La hija adoptiva de Hubertus, cursó estudios de comunicación en Milán, y ha sido la mejor aprendiz de la princesa Ira de Fustemberg en elegancia.
‘The Life and Times of a Princess’
Ira lo quiso contar todo y a sus 79 años, la que fue esposa del príncipe Alfonso de Hohenlohe, saco su biografía, ‘The Life and Times of a Princess’, donde repaso una vida llena de cine, amigos, fiestas y grandes amores en un libro imprescindible para revivir toda una época. Lo presento en Londres y la acompañaron sus amigos incondicionales, Tomás Terry, Miriam Ungría, Alfonso Diez y, Hubertus de Hohenlohe, que ya por aquel entonces comentaba a Egos que: “Algún día yo le haré mi propio libro. Mi idea es la de hacer una obra con sus fotos. Será para ella; un libro solo de fotos que cuenten su vida, fotos sin palabras. Ya se ha escrito mucho de ella… Como soy fotógrafo, me imagino que puede ser espectacular contar una historia con fotos… sin esas historias ya leídas”. Hubertus siempre ja sufrido la eterna pregunta si es ¿más Hohenlohe o Fustemberg?, y cuando nos responde significa que “Espero ser una mezcla de los dos. Pero creo que soy más Hohenlohe…soy más bohemio, he recogido mucho el espíritu de mi padre. Cuarenta años después es otra manera de ver las cosas. Tengo mi propia identidad, pero soy muy Hohenlohe”. Hubertus se fue de Marbella para poder seguir creciendo. El matrimonio de sus padres solo duró cinco años. Entonces, la princesa tenía 20 años. Hubertus tenía 3 cuando recaló en Marbella con su padre. Christopher nació en 1956 y el príncipe Hubertus en 1958. Ira se vio rápidamente superada por su nueva vida y a los cinco años decidió separarse de su marido. Después, conoció al empresario brasileño Baby Pignateri en una fiesta. “Fue una auténtica locura enamorarnos”, cuenta ella misma en su libro. Alfonso de Hohenlohe se llevó a los dos niños (sin el consentimiento materno) con él a Marbella. En ‘The Life and Times of a Princess’, la noble explica alguno de sus actos en aquel tiempo de vino y rosas. Justifica que se casó “joven porque no quería estudiar, Alfonso me cortejaba galantemente y en aquella época a las chicas se nos educaba solo para el matrimonio. No lo hice por fugarme, sino porque me enamoré y me pareció adecuado ser madre y llevar una casa”. La noble rompió con su anterior vida y se mudó a Estados Unidos. Allí se casó en segundas nupcias con el empresario Francisco Matarazzo Pignateri. La relación solo duró tres años (1961-1964) y para cuando se divorciaron, ya era una mujer que con tan solo 26 años tenía dos matrimonios a sus espaldas y dos hijos. Desde ese momento, quizás por el cansancio de haber vivido tan intensamente en tan poco tiempo, Ira decidió darle una tregua al amor y nunca más volvería a pasar por el altar.