(Amparo de la Gama) El Palacio Domecq es el máximo exponente arquitectónico del barroco jerezano del siglo XVIII. Responde a la tipología de casas burguesas jerezana de la segunda mitad del S. XVIII levantadas por la aristocracia bodeguera. Este santuario de la cultura, cuenta con una de las bibliotecas más espectaculares de Andalucía, donde los aromas de sus enciclopedias, aun desprenden el olor a la tinta de las galeradas de antaño. Sin duda es la estancia que guarda la memoria escrita de este palacio, en muebles en madera policromada y enfrentada con un árbol genealógico familiar. Esta residencia fue mandada construir en mil setecientos setenta y cinco por Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán, marqués de Montana, quien logró amasar una gran fortuna gracias al desarrollo vinícola de Jerez. Sin embargo, falleció antes de poder habitarlo. En mil ochocientos cincuenta y cinco, lo compró Juan Pedro Domecq Lembeye, hermano del primer Domecq que llegó a Jerez. Él lo utilizó como su residencia e hizo algunas reformas. Desde entonces ha estado vinculado a la familia Domecq. A su muerte, en mil ochocientos sesenta y nueve, fue su hijo natural y heredero, Juan Pedro Aladro y Domecq, el que se instaló allí. En mil novecientos catorce, tras su fallecimiento, su viuda, la condesa de Renesse, llegó a un acuerdo con la familia Domecq y su patrimonio jerezano a cambio de una renta vitalicia. Es por eso por lo que el palacio continuó entre los descendientes. Los tapices flamencos del XVII que narran la historia del emperador Pompeyo, “El Grande”; la pintura sobre tabla del XVI llamada “El abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada”, que estaba en muy mal estado y cuyo proceso de restauración fue titánico, y la escultura neoclásica “Alegoría de La Paz son algunas de sus obras más valiosas.
Un palacio para visitar
Pedro Domecq Loustau, el descubridor del brandi de Jerez, fue el primer Domecq que se casó con una española. De su matrimonio con Carmen nacieron diez niños, que fueron los primeros Domecq españoles y jerezanos. Dicen que fue una mujer piadosa y caritativa. Su misión en la tierra no fue otra que atender a los pobres, a los que dedicó la práctica totalidad de su fortuna personal. Son innumerables sus obras benéficas. En épocas de paro estacional repartía cientos de raciones de comida entre los pobres. Ahora los jerezanos y visitantes de la ciudad pueden ver la belleza del interior de este palacio con visitas guiadas. Incluso los más pudientes pueden alquilar por siete mil quinientos euros la estancia de 24 horas en sus instalaciones para sentir la auténtica sensación de cómo puede vivir un duque. Como ha ocurrido con otros edificios singulares, esta mansión se ha abierto a las visitas y acoge eventos de todo tipo. De gran riqueza artística, es todo un relato de la aristocracia jerezana desde el siglo XVIII.
Un gran desconocido
La visita a este palacio es obligada para quienes deseen conocer el esplendor de una época pasada y cuyos vestigios, como este palacio, son perfectos ejemplos para entender a aquella alta sociedad. Los visitantes, nada más entrar, tras dejar atrás una zona ajardinada como antesala, se topan con el magnífico patio de columnas de mármol rojo de la Toscana italiana, donde también se sitúa una escultura neoclásica. Entrando en el núcleo más noble de la casa, se llega al salón, destinado a las reuniones del consejo de la bodega y donde cuelgan los retratos de los miembros de la familia, y desde ese punto al despacho del marqués de Domecq que presiden dos retratos de los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que fueron regalos del monarca, algo que delata la estrecha relación que tenía con la familia. El palacio forma parte del paisaje urbano del Jerez más bello, muchos escritos y fotografías delatan la maravillosa construcción, sin embargo, hasta hace poco era un gran desconocido en Jerez. Su fachada principal mira al monumento dedicado al marqués de Domecq, sentado y dando la espalda a la que fue su casa. El palacio no es ajeno y se integra en lo que acontece a su alrededor, como cuando llega la Semana Santa, vistiendo de colgaduras sus balcones y en Navidad que es muy visitado.