(Amparo de la Gama) Los rusos se lo quitaron todo. Y prácticamente con la ropa de andar por casa, Rudolf Graf von Schönburg, más conocido como el conde Rudi, tuvo que huir de los rusos del castillo familiar de Glauchau (Sajonia, Alemania). El salía por una puerta, mientras el ejército de Stalin entraba por el portón principal de la fortaleza. Son hechos que ahora el octogenario aristócrata rememora para Vanitatis, al hilo de la guerra que ha desatado Putin. “Es paradójico- nos dice- pero sino me hubieran quitado todo por rusos, nunca hubiera llegado a Andalucía, donde he vivido una vida maravillosa con mi familia. Se da el caso que parte de nuestros clientes principales en Marbella Club, son rusos. Asique que aquello, ya solo reside en mi lenta memoria”. Rudi pasó su juventud en las propiedades de la familia en Sajonia hasta que en 1945 huyó a la parte occidental del país. La salida del castillo familiar la recuerda casi como un acto de heroicidad. Un relato que ahora ya puede contarle a sus nietos a los que adora: “El tener que salir con unas pocas pertenencias, quedándote con una mano delante y la otra detrás, fue algo que soportaron muchos. Y eso nunca se olvida. Me da mucha pena la Guerra tan dura que se está viviendo ahora entre Rusia y Ucrania”. Entre las imágenes que tiene prendidas en su retina, está la salida con sus ocho hermanos, y el solo con 12 años, llevando las riendas de un coche de caballos a galope huyendo de los rusos. Ahora estas vivencias, y muchas más, han sido recogidas en su biografia que presentara en el mes de noviembre en el Foro de Encuentroscon la Cultura. El mismo Conde Rudy relata en sus vivencias el día que tuvo que salir del castillo en el que siempre había vivido con sus hermanos: “Fue como una película, si echas el tiempo atrás, recuerda el noble. Yo miraba con ojos de niño, para despedirme de esas murallas y de lo que allí se quedaba, y había sido mi hogar hasta entonces”. Y así recuerda ese carro de caballos donde hacia frio huyendo con los pantalones Lederhosen de cuero, con unas gruesas medias encima, camisa jersey chaqueta, abrigo gorro y guantes de lana, muy deprisa para llegar a un lugar seguro, atravesando toda Baviera. “Atrás quedaba una vida, que nada tenía que ver con la que después iba a empezar. Los enemigos estaban muy cerca. Había un puente, ya controlado por los americanos, y escapar de los rusos, no muy lejos del castillo, nos llevó como un kilómetro hasta que estuvimos a salvo “. En junio de 1944 se perpetró la invasión los de los aliados que se extendieron por el país. Poco a poco fueron incluyendo la Alemania nazi, arrasando a toda una nación, que había mirado con desprecio a naciones, pueblos y religiones. Y así, el aristócrata Rudi, que huyó a caballo de su castillo con los soviéticos pegados a sus talones, pudo encontrar el sosiego y la paz. En esta nueva vida que inicio Rudy convivio con un tío suyo, que le aceptó como a un hijo y quería que se dedicara a la banca, un negocio muy rentable por aquel entonces. Su padre había muerto en la guerra, y su madre sabedora del carácter de su hijo, intento que cursara la carrera diplomática. Pero ni una cosa ni otra, porque el joven Rudolf, quiso dedicarse a la hostelería, lo que ha sido hasta hora “su toda una vida” y así entró en la célebre Escuela de Hostelería de Lausana (Suiza).
Amor a primera vista
El conde Rudi pertenece a la estirpe aristocrática germana, que le dio nombre a Marbella. Este noble, junto a Alfonso de Hohenlohe, fundó Marbella Club a mediados del siglo pasado. En su memoria residen aún las fiestas más chic, protagonizadas por los famosos y millonarios más destacados de la época. Acercándose a los 90 años, el noble aun huele a los pastos del terruño de Sajonia. Aterrizó en la Costa del Sol en diciembre de 1956 y ya nunca se fue. Tras su prestigiosa formación en Suiza, su familiar el príncipe Alfonso de Hohenlohe lo reclamó para gestionar el santa sanctórum del Marbella Club, lo más parecido a su palacio de Sajonia. “Lo que sentí por Marbella fue amor a primera vista. Tiene algo tan cálido esta ciudad, que cuando llega nos abraza, y ya no nos queremos marchar. El carácter especial de la gente, las bondades de su clima, y ese electromagnetismo que imprime, me arraigaron hasta ahora”. Y así a Marbella la convirtió en su segunda patria, al lado de su esposa, la princesa María Luisa de Prusia, y sus hijos Sofía y Federico. En el Marbella Club, él y Alfonso hicieron la marca de la ciudad. El nombre de Rudolf Schönburg está unido sin remedio a la historia del «Marbella Club», el mítico hotel, que al día de hoy sigue siendo paradigma de lujo y buen gusto lleva impreso su sello. “Pienso que el éxito está en que yo entendí desde el primer momento lo que los clientes querían. Un lugar donde la gente se pudiera reunir y se sintieran como en su casa. Así recalaron desde Henry Ford, Edward Kennedy; Audrey Hepburn; la Ava Gardner de la época de Luis Miguel Dominguín; Kim Novak; James Stewart; Gina Lollobrigida. Hay cosas que nunca se olvidan y el Conde Rudy recuerda a la primera clienta que la marco: Merle Oberon, actriz casada con un italiano y que vivía en México. El conde nunca se olvida de la anécdota del duque de Windsor, hermano del rey Jorge VI:” Nuestro trato fue siempre muy normal para que se sintieran como en casa. Una de esas veces organizamos una fiesta en la playa y le preguntamos a su esposa si el Duque iría con corbata. Ella nos dijo que sí. Nosotros advertimos al resto de invitados y todos los asistentes acudieron con corbata. Pero el Duque llegó sin corbata y todos los invitados se quedaron paralizados. Él, dándose cuenta, se marchó y volvió a los pocos minutos con corbata. Entonces todo el mundo ya se la había quitado la corbata… Y él se la quitó y la tiró a la piscina”.
Otra de sus anécdotas es el día que Elisabeth Taylor fue cazada por un paparazzi sin sostén tomando el sol en el Beach Club. A Rudy no le gusto “Esa moda de las francesas, decidí que se quedara en Francia. No era bonito que las mujeres practicaran topless. “Me alegaron que era la moda en la Costa Azul, pero no lo veía correcto. Marcamos que había que ir con los cuerpos cubiertos y los hombres con camiseta: no hay nada más feo que un hombre sudando”.
Vida tranquila con María Luisa y sus nietos
De misa diaria, Rudi siempre esta risueño. Va a la iglesia del Ángel y como buen católico madruga para asistir a la oración. Ahora una de las cosas que más le gusta hacer después del oficio religioso, es darse su paseo por el Marbella Club donde el silencio de sus jardines es casi impagable, o como Rudy dice: “Como de convento”. Ahora los únicos que hacen ruido son sus tres nietos. El conde Rudi está casado desde 1971 con la princesa María Luisa de Prusia, bisnieta del emperador Guillermo II y prima de la Reina Sofía. A lo largo de toda una vida dedicada al turismo, ha recibido reconocimientos como la Cruz Oficial de Isabel la Católica o la medalla de plata al Mérito Turístico. Desde el 25 de septiembre, el día de su cumpleaños, su nombre está impreso en el Bulevar de la Fama de Puerto Banús. Desde que su “princesa llego a su vida todo cambio “Mi primo Alfonso se puso muy contento con nuestro matrimonio. Él estaba divorciado por entonces y que entrase en nuestras vidas para el Marbella Club, una mujer del calado de María Luisa fue un lujo. Necesitábamos la mano de una mujer”. Con el paso de los años el aristócrata se ha convertido en todo un abuelazo, que les cuenta a sus nietos como invento las “Burradas” “Esas subidas que les hacíamos a los turistas que venían a la pineda de Marbella Club en burritos y bebíamos sangría y comíamos tortilla de patata mientras los gitanos cantaban. Esto es Andalucía”. Ahora que llega la Semana Santa saldrá de procesiones “Que me gustan mucho”. Y entre sus pensamientos no está el de la retirada. Espera que Dios le regale “muchos años” como asesor y consejero del Marbella Club. En sus sueños, aún está esa otra Costa del Sol, en la que cuando él llegó de Alemania, solo había un aeropuerto de pista cortísima y el avión tenía que dar varias vueltas para ahuyentar al ganado. Su deseo ha sido siempre el de salvar Marbella, él se siente «protector»: Esa simbiosis perfecta, entre el colono del sombrero regio que, como refugiado, salió de su castillo sajón, para encontrar en Santa Margarita, su lugar en el mundo en el paraíso de la «beautiful people».